En la búsqueda de la verdad encontrarás muchas mentiras.
Vivimos inmersos en un mundo de información constante, donde todo parece estar al alcance de la mano. Sin embargo, esta aparente facilidad a menudo oculta cómo fuerzas invisibles operan y, en ocasiones, toman control sobre nuestras vidas. Estas fuerzas pueden ser ideológicas, culturales o incluso tecnológicas, moldeándonos sin que nos demos cuenta.
El momento en que decides despertar y mirar más allá de lo superficial, descubres un mundo completamente distinto al que te han presentado desde siempre. En ese despertar, te enfrentas a la posibilidad de que muchas de las verdades que creías firmes no son más que ilusiones. Incluso la imagen de Dios que te enseñaron en ciertos círculos puede no coincidir con el Dios que realmente encuentras cuando te sumerges en el conocimiento y en la intimidad de tu fe.
Este proceso de búsqueda de la verdad puede ser desafiante, porque requiere cuestionar lo que te ha sido inculcado y encontrar el valor para aceptar que no todo lo que te dijeron es cierto. Es un camino en el que debes comprender que no puedes cambiar el mundo tal como es; el mundo ya está construido. Pero lo que sí puedes transformar es tu perspectiva, tu interior, y cómo interactúas con el Dios que te conoce en profundidad.
Dios no se encuentra solo en las instituciones ni en las tradiciones; Él está en la conexión genuina que desarrollas a través de tu propio conocimiento y tu experiencia. En ese encuentro personal, descubres que el cambio no radica en intentar corregir las estructuras externas, sino en modificar quién eres y cómo vives tu fe. Es en esa intimidad donde hallas un Dios que no está limitado por las definiciones humanas, un Dios que te impulsa a crecer y a ser tu mejor versión.
Al embarcarte en esta búsqueda, comenzarás a despojarte de las viejas percepciones y a recibir una nueva claridad. Este proceso te invita a descubrir que no eres un espectador pasivo en tu relación espiritual, sino un participante activo que tiene el poder de evolucionar y crecer. Cambia tú, encuentra tu verdad, y permite que tu relación con Dios sea un faro que ilumine tu vida y la de quienes te rodean.
Escucha, es hora de despertar...